Wednesday, July 18, 2007

Entre Carlos Slim, Cristo y Papini

La riqueza y la miseria, siameses contradictorios, irreconciliables, necesarios el uno al otro y de separarse mueren, se liberan. El enigma brutal de la condición humana… desde que tengo en mi poder este librito sorprendente de Giovanni Papini, Historia de Cristo, he querido encontrar un pretexto para citarlo con la misma intensidad con que lo he leído, porque jamás creí a este maravillosamente pesimista escritor ocuparse de un personaje tan devaluado como Jesús… Su introducción estuvo a punto de desalentarme y desistir de empezarlo pero seguí, y ahora temo terminarlo. Papini convertido (¿¡!?) deja clara la absoluta, abismal diferencia entre la superior lección que Jesús fue para la humanidad, y lo que se conoce como cristianismo, desde sus mismos primeros apóstoles hasta la babilónica-meretriz-vestida-de-monja Iglesia católica de hoy y (casi) siempre. En fin, se condona a Papini de pronto ser más papista que nada… Con sus argumentos destruye todo lo que no forme parte de su visión flamígera: el que no crea en Cristo está jodido. Pero afortunadamente eso no es lo importante de su libro, y qué bueno porque habría sido una terrible decepción de este admirado autor. Es gritón, como todos los italianos, estridente también, pero nos da una aproximación nueva, rigurosa, franca y directa de la vida de Jesús. Una exégesis que quiere liberarse de prejuicios pero no acepta la heterodoxia porque cree estrechamente en la virgen, los milagros, la resurrección, etcétera, pero (y ahí creo que está la sabiduría de su librito) lo que hace es ir a las escrituras y llevarnos de la mano, para desentrañar la poderosa fuerza de la palabra, del evangelio, de la R-E-V-O-L-U-C-I-Ó-N total y trascendencia radical del ser humano, cuando está dispuesto a abandonarlo TODO en aras de su conexión fundamental con el universo. Jajajajaja, suena a superchería neohippie, por eso mejor regresemos al argumento principal. La parte más dura y rica del libro es cuando se refiere al mítico Sermón de la Montaña, donde Jesús la emprende con todo contra los ricos y quienes ven en la materia principio y fin de su existencia y valores con que la rige , y como decía, buscaba un pretexto para citar este libro de este florentino a quien Jorge Luis Borges aludió como “historiador de la literatura y poeta, pragmatista y romántico, ateo y después teólogo”, y el pretexto me lo dio un par de piezas periodísticas de estos días, la primera una entrevista con nuestro flamante hombre más rico del mundo desde hace unas semanas, Carlos Slim Helú, en una revista española, en la que se queja amargamente de que después de años y años de dar millones y millones de dólares en donativos para programas de beneficencia, la pobreza sigue tan campante y más descarada que nunca en territorio nacional; no lo dijo así pero el lado oculto de ese magnánimo gesto de nuestro magnate mexicano-libanés y de tantos otros en el mundo del gran capital es lamentar que su dinero no pueda lavarles los sentimientos de culpa. Y la otra es una nota en radio de los poderosos llamados filántropos, que ponen el grito en el cielo porque los donativos ya no van a ser deducibles de impuestos. Qué caray pobrecillos todos ellos, pero una encuesta reciente de la empresa Mitofsky que pasó desapercibida dice que un alto porcentaje de mexicanos estaría dispuesto a tomar las armas para cambiar la situación. Bueno, pues en medio de todo esto una voz atribulada por momentos de cambio y destrucción como principios del siglo 20, nos recuerda las terribles lecciones de Jesús desde un lugar en una Montaña, y que parecieran dirigidas precisamente a esos grandes mercaderes que dedican su vida a la acumulación sin medida.

En esta edición argentina en rústica fechada en 1933, el florentino escribe: “El rico está bajo la venganza de dios o dios quiere someterlo a prueba para ver si logra remontarse hasta la divina pobreza. Porque el rico ha cometido el pecado máximo, el más abominable e imperdonable. El rico es el hombre que ha bajado porque ha abaratado. Podía tener el cielo y ha querido la tierra, podía habitar en el paraíso y ha elegido el infierno, podía conservar el alma y la ha cedido a cambio de la materia, podía amar y ha preferido ser odiado, podía tener la felicidad y ha deseado el poder. Nadie puede salvarlo” (p.170) Más adelante dice que “el rico absorbido por el cuidado de sus riquezas, por el ansia de aumentar sus riquezas, por los goces materiales que brindan los trozos de materia que se llaman riquezas, no puede pensar en el alma”. Porque además “la horrible suerte del rico está en este doble absurdo: que para tener el poder de mandar a los hombres se ha convertido en esclavo de las cosas muertas; que para adquirir una parte –y una parte en resumidas cuentas ¡tan pequeña!– ha perdido el todo”. (p. 171) Sobre los donativos y caridades en su sentido samaritano, dice que “quien regala para obtener la retribución de parte de los otros en materia equivalente, nada adquiere. La recompensa está en otra parte, está en nosotros”. (p. 174)

La riqueza y la pobreza nunca se extinguirán al contrario, discurren hacia polos cada vez más explosivos y cuando el agua sea propiedad de los ricos podremos decir que… ¿Jesucristo fue vencido?