Wednesday, November 7, 2007

La muerte, James Joyce y Leopold Bloom en el cementerio de Dublín

Para el regreso a este bloggeo tal vez inútil, nomeimporta.

Algo sobre eso del día de muertos, nada mejor que Joyce, a quien cito de su perenne Ulises, la banal escena del cementerio en Dublín, por la mañana, donde ascienden como vapor los monólogos internos de Leopold Bloom:

“Bueno; es un largo descanso. No se siente más. Es en el momento mismo que uno siente. Debe de ser terriblemente desagradable. No se puede creer al principio. Debe de ser una equivocación: algún otro. Vea si es en la casa de enfrente. Espere, no quisiera todavía. Luego la oscurecida cámara mortuoria. Haría falta luz. Cuchicheando alrededor de uno. ¿Quieres que llamemos a un sacerdote? Luego divagando y vagando. En el delirio todo lo que se ocultó durante la vida. La lucha con al muerte. Su sueño no es natural. Apriete su párpado inferior. Observar si la nariz está afilada, si se hunde su mandíbula, si amarillean las plantas de sus pies. Sacar la almohada y dejarlo terminar en el piso, ya que está condenado. El demonio en ese cuadro de la muerte del pecador mostrándole una mujer. Muriéndose por abrazarla en camisa. Último acto de Lucía. ¿No te volveré a contemplar jamás? ¡Bum! Expira. Por fin se fue. La gente habla un poco de uno; se olvidan. Nos e olviden de rezar por él. Recuérdenlo en sus oraciones. Hasta Parnell. La flor de un día se está extinguiendo. Luego siguen: cayendo en un agujero uno después del otro”.

(…) La tontita de Milly, enterrando al pequeño pájaro muerto en la caja de fósforos de la cocina, una corona de margarita y pedacitos de collares rotos sobre la tumba.

La muerte, James Joyce y Leopold Bloom en el cementerio de Dublín

Para el regreso a este bloggeo tal vez inútil, nomeimporta.

Algo sobre eso del día de muertos, nada mejor que Joyce, a quien cito de su perenne Ulises, la banal escena del cementerio en Dublín, por la mañana, donde ascienden como vapor los monólogos internos de Leopold Bloom:

“Bueno; es un largo descanso. No se siente más. Es en el momento mismo que uno siente. Debe de ser terriblemente desagradable. No se puede creer al principio. Debe de ser una equivocación: algún otro. Vea si es en la casa de enfrente. Espere, no quisiera todavía. Luego la oscurecida cámara mortuoria. Haría falta luz. Cuchicheando alrededor de uno. ¿Quieres que llamemos a un sacerdote? Luego divagando y vagando. En el delirio todo lo que se ocultó durante la vida. La lucha con al muerte. Su sueño no es natural. Apriete su párpado inferior. Observar si la nariz está afilada, si se hunde su mandíbula, si amarillean las plantas de sus pies. Sacar la almohada y dejarlo terminar en el piso, ya que está condenado. El demonio en ese cuadro de la muerte del pecador mostrándole una mujer. Muriéndose por abrazarla en camisa. Último acto de Lucía. ¿No te volveré a contemplar jamás? ¡Bum! Expira. Por fin se fue. La gente habla un poco de uno; se olvidan. Nos e olviden de rezar por él. Recuérdenlo en sus oraciones. Hasta Parnell. La flor de un día se está extinguiendo. Luego siguen: cayendo en un agujero uno después del otro”.

(…) La tontita de Milly, enterrando al pequeño pájaro muerto en la caja de fósforos de la cocina, una corona de margarita y pedacitos de collares otos sobre la tumba.

La muerte, James Joyce y Leopold Bloom en el cementerio de Dublín

Para el regreso a este bloggeo tal vez inútil, nomeimporta.

Algo sobre eso del día de muertos, nada mejor que Joyce, a quien cito de su perenne Ulises, la banal escena del cementerio en Dublín, por la mañana, donde ascienden como vapor los monólogos internos de Leopold Bloom:

“Bueno; es un largo descanso. Nos e siente más. Es en el momento mismo que uno siente. Debe de ser terriblemente desagradable. No se puede creer al principio. Debe de ser una equivocación: algún otro. Vea si es en la casa de enfrente. Espere, no quisiera todavía. Luego la oscurecida cámara mortuoria. Haría falta luz. Cuchicheando alrededor de uno. ¿Quieres que llamemos a un sacerdote? Luego divagando y vagando. En el delirio todo lo que se ocultó durante la vida. La lucha con al muerte. Su sueño no es natural. Apriete su párpado inferior. Observar si la nariz está afilada, si se hunde su mandíbula, si amarillean las plantas de sus pies. Sacar la almohada y dejarlo terminar en el piso, ya que está condenado. El demonio en ese cuadro de la muerte del pecador mostrándole una mujer. Muriéndose por abrazarla en camisa. Último acto de Lucía. ¿No te volveré a contemplar jamás? ¡Bum! Expira. Por fin se fue. La gente habla un poco de uno; se olvidan. Nos e olviden de rezar por él. Recuérdenlo en sus oraciones. Hasta Parnell. La flor de un día se está extinguiendo. Luego siguen: cayendo en un agujero uno después del otro”.

(…) La tontita de Milly, enterrando al pequeño pájaro muerto en la caja de fósforos de la cocina, una corona de margarita y pedacitos de collares otos sobre la tumba.