Wednesday, September 25, 2013

Aquel septiembre de 2001 parte 2



Después de pasar la noche en el departamento galería con los resabios de la noche poderosamente electrónica en el Parador Análogo en el bar cabaret La Perla, el tóxico masivo en la pista de baile en esas noches que se abarrotaba sacudida en la lujuriosa torsión del beat, y con los rebotes del bajo aún retumbando en el cráneo, bombardeados los tímpanos, aguardamos el amanecer, y muy temprano al Metro Tacubaya y hacia La Marquesa-Toluca-Santiago Tianguistengo.

El camión nos deja en San Cristóbal  porque no puede pasar, sin saberse claramente la razón. Somos seis. Necesitamos un taxi o un colectivo, y más de una hora después nos enteramos de que hay varias carreteras bloqueadas por lugareños que protestan por la falta de agua. Nos lo dice el taxista que finalmente aceptó llevarnos lo más cerca de San Pedro Tlanixco.

Nos dejó a la entrada del pueblo, pero la situación era bastante encendida. La gente se veía enojada, intimidante. El taxista no quiso acercarse más, y se quedó con 200 pesos que juntamos. Nuestra sola presencia cortó el aire y la gente parecía no entender qué hacíamos allí, con esas vestimentas extrañas, y lentes oscuros, caminar errático, risas de rostros demacrados, pero logramos pasar la valla de personas hacia el interior de un pueblo que veía totalmente urbanizado, a diferencia de la visita muchos años atrás, que era un pueblito de cabañas encaramadas en la montaña.

Caminamos hasta las orillas del pueblo, donde las cabañas grandes, de ladrillos y techo de dos aguas, con la familia que nuestro amigo conocía, con los platos más ilustrativos de la psicofarmacopea mexicana, carne de los dioses con sangre de psilocybe caerulipes; varias carnosas familias de teonanacatl se alinean suculentamente místicas, con sus torcidas sombrillas como de cera, largos monjes feroces dragones hidrocéfalos.

La humedad habita como un ente aparte, acaricia las cañadas con brazos de niebla nutre la bosta y eclosiona con vasta floritura de alcaloides, al abordaje de los nodos neuronales, las fractales conexiones, fabricaciones celestiales o pánicas de tejido encefálico. Esos pequeños paquidermos de orejas alucinógenas y piel rugosa con sabor a tierra santa.

Era la fiesta todavía de unas horas antes. Todavía no daban las diez de la mañana y ya queríamos masticar alumbre mágico. Lo más sencillo fue escoger cada quien la familia de su agrado, unas tan pequeñas como racimos de dedos de feto, o tan grandes como nabo con sombrero vietnamita, estriados y jugosos hongos de temporada, tomamos el camino de la cañada.

(Continuará…)

Aquel septiembre de 2001 parte 1



Dos semanas antes del ataque en Nueva York, un sábado primero de septiembre de 2001, estábamos en el bar La Perla, en el centro de la Ciudad de México, que en ese entonces era el lugar de residencia de Parador Análogo, el mítico crew de música electrónica, y empezamos a conspirar para salir rumbo a San Pedro Tlanixco varios de los presentes, estaba Lorenza, Jefté, dos amigos y una amiga de los cuales no recuerdo los nombres, uno de ellos pintor, otro promotor de arte y una chava amiga de ellos.

Fuimos al departamento del promotor de arte, donde almacenaba una cantidad impresionante de pinturas de artistas mexicanos, algunos conocidos otros no, pero la mayoría de una calidad indiscutible. Quería armar una galería virtual. Había varios cuadros del pintor, él bajo de estatura y bastante grueso de cuerpo, pocas palabras, con un humor divino y una sutileza espectral en sus cuadros, en que predominaban figuras entre el amarillo y el escarlata. La chica, muy callada con un estilo hippie en su vestimenta con una falda larga y tenis negros, y Lorenza juguetea con Jefté, como siempre, a puñetazos y patines.

Había dinero sólo para llegar a San Pedro, pero el promotor llevaba un cheque con una buena suma, y se decía segurísimo de que podría cambiarlo con gente conocida, de hecho él era el guía, conocía a las personas de tiempo atrás y había ido infinidad de veces, decía, a comprar hongos alucinógenos, acampar en lugar seguro para tener un viaje de lo más hermoso. Hacía casi doce años que yo había ido a San Pedro, doce años de la primera vez que probé los portentosos derrumbes. Le creímos… Salimos al amanecer.
(Continuará…)