Entre los libros de viejo encontré una joya de varias gemas.
Buscando “Gog y Magog” encontré unos “Retratos” de ese genio del precioso instante que se eterniza, de nombre Giovanni Papini.
Retratos que vacían el contenido de espíritus ilustres,
Me ha permitido encontrar entre páginas muy amarillas
Maravillosas alhajas de obsidiana sepulcral
Entre personajes inconmensurables,
Que fueron utilizados por la eternidad
Para dar expresión y perfil
A la monstruosa añoranza de la nada
Que habita en cada pequeña humanidad
Por eso me permito citar
Estas palabras emanadas de la misma húmeda tierra que nos espera
El joven poeta inglés, John Keats, de principios del siglo XIX
Murió el 3 de febrero de
Su amada Fanny Brawn pide olvidarlo para siempre
Es mejor dice, porque su vena espesa
Es el más grande elogio a la muerte
Poco antes de fenecer
El grandioso inmortal Keats
Escribe así a su impresionada consorte:
“Mi imaginación se nutre de dos voluptuosidades:
Tu belleza y la hora de mi muerte.
¡Oh, si pudiera tener a las dos en el mismo momento!...
Quisiera poder jugar al amor o a la muerte
Not engo paciencia para lo demás…
Quisiera que me pudieras infundir en el corazón.
Un poco de confianza en la naturaleza humana.
Yo no la tengo: para mí, la vida es demasiado brutal;
Soy feliz de que exista una cosa como al tumba.
Sé que sólo allí tendré descanso”.
Ya más cercana su hora, Keats
Más sorprende con su sereno acercamiento
Casi extático, casi devoto, a la oscuridad impenitente:
“Hace algún tiempo estuve casi enamorado de la pálida muerte: le rogué con muchos nombrasen muchas rimas meditadas, que arrebatara en el aire mi quieta respiración; ahora más que nunca, se me antoja bello morir, cesar a la medianoche, sin pena, , mientras tú expandes tu alma en torno a tales éxtasis. Tú cantarías quedo, y en vano yo tendría oídos; y a tu réquiem, yo me volvería un pedazo de tierra”.
No comments:
Post a Comment